La Capilla Sixtina se alista para el cónclave que definirá al próximo Papa


En el corazón del Vaticano, la Capilla Sixtina se prepara para uno de los eventos más solemnes de la Iglesia católica: el cónclave que elegirá al próximo Papa. A partir de este miércoles, los 133 cardenales electores se encerrarán bajo los frescos del Juicio Final de Miguel Ángel, en un recinto que ya está completamente acondicionado para esta histórica jornada.
Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos, confirmó que desde el 28 de abril se cerraron al público la Capilla y varias salas aledañas para adecuarlas a las exigencias del cónclave. “Los cardenales tendrán la responsabilidad de su voto bajo la bóveda del Génesis”, señaló Jatta, aludiendo al famoso techo pintado por Miguel Ángel, una obra que simboliza el vínculo entre fe, arte y poder.
Se han instalado los asientos, la urna de votación y el conducto que conecta con la emblemática chimenea por donde saldrá el humo: blanco si hay Papa, negro si aún no hay consenso. El diseño del espacio permite que todos los purpurados estén rodeados por las obras de arte, lo que refuerza el simbolismo espiritual del momento.
La Sala de las Lágrimas, donde el futuro pontífice se viste por primera vez con las ropas papales, también fue mostrada a través de un video oficial. Este pequeño espacio, donde la emoción se impone al protocolo, refleja la dimensión humana del cargo más alto de la Iglesia.
Aunque los frescos de Miguel Ángel son los más conocidos, Jatta recordó que en la Capilla Sixtina también están presentes las obras de otros grandes artistas del Renacimiento, como Botticelli, Perugino y Ghirlandaio. En 2024, cerca de siete millones de personas visitaron este recinto, considerado uno de los espacios más sagrados y bellos del mundo.
La elección del nuevo Papa no solo es un acto religioso, sino también un momento que capta la atención global. Desde 1996, por decisión de Juan Pablo II, la Capilla Sixtina es la sede permanente del cónclave, aunque su historia como escenario papal comenzó en 1492.
Jatta concluyó señalando que la preparación de estos días ha sido intensa y cargada de emoción tras la muerte del papa Francisco, pero subrayó que el trabajo se realizó “con espíritu de servicio y devoción”.